Racing, una vida

El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar...

La corrida de Roger Martínez dura 6 segundos, una fracción de tiempo ínfima en donde todos los hinchas de Racing, acá y allá, contenemos la respiración porque sabemos que ahora sí, por fin, se nos va a dar. Los nervios y la tensión de los segundos 45 minutos, más los cuatro y pico que pasaron de adición, comienzan a disiparse. El colombiano saca un derechazo potente, la pelota se va al fondo de la red y el aire acumulado en nuestros pulmones sale en forma de rugido de gol. Somos campeones, campeones de una copa internacional, una vez más después de tanto tiempo. Y lo sabemos antes de que el árbitro pite el final. Al partido le quedan unos pocos segundos pero ya no importa nada. La Copa Sudamericana es nuestra. Nos abrazamos entre todos. Lloramos. Seguimos gritando.

El Cilindro está estallado, salvo por una popular y una platea inhabilitadas por Aprevide, el resto de la cancha es un mar de almas celestes y blancas. Ver el partido por unas pantallas gigantes, con un audio ensordecedor y muy mal ecualizado es una experiencia extraña, pero pronto se tornará memorable. Al lado lo tengo a Nacho Pan, compañero de mil aventuras. Mi sobrino Tomy está en La Nueva Olla de Asunción. Mis hermanos están viéndolo desde Concepción del Uruguay y Punta Cana. Mi primo Dany está en su casa, mi viejo seguro apagó la tele por cábala. Mi tío Tito, bah sus cenizas, están cerca mío, esparcidas a un costado del banco de suplentes visitante de la cancha. Ser de Racing es algo que se lleva en la sangre.

Cuando ganamos la Supercopa, en 1988, yo tenía 15 años. Hoy, 36 años después, tengo 51. Algo debe haber en el número capicúa que se forma con el 15 y el 51. Tampoco dejó de asombrarme con otra coincidencia de índole personal: los tres goles los hicieron Martirena, Maravilla Martínez y Roger Martínez. Permítanme flashear con eso, me llamo Martín. Pasaron muchos años, soñamos con esto miles de veces, y miles de veces nos frustramos. Por eso lo de hoy lo vivimos tan intensamente.

Costas campeón Supercopa 88

La primera vez que fui a la cancha fue en 1979, un Racing 2 - Platense 0, en el Cilindro. En aquella época mis ídolos eran Barbas, Calderón, el Ropero Díaz, el Vasco Olarticoechea. Antes de morir, mi abuelo José me regaló los revistas y diarios amarillentos que atesoraba del Racing campeón del 67 algo que me ligó a la historia grande del club y que me hizo comprender porque somos La Academia. Pero luego vinieron los años oscuros del descenso, la cancha inhabilitada, el equipo alquilado, hasta que volvimos a Primera de la mano del Coco y con el gol Sicher a Atlanta en cancha de River.

Fue entonces cuando apareció Gustavo Costas en mi vida como hincha. La cinta de capitán con la publicidad de Fides, luego con la Nashua y ese campeonato internacional que solo se había demorado 21 años. Colombatti, Rubén Paz, Fabbri, el Toti, el Mencho, el Pato Fillol. ¡Qué equipazo! En la final contra Cruzeiro, en el partido de ida, estaba en la cancha con mi tío Tito y mis otros primos, Matías y Nicolás. Racing empataba 1 a 1 y en eso Costitas tira un taco, Walter Fernández se manda un apilada por izquierda y tira un centro atrás que Colombatti lo cambia por gol. Faltaba un pasito más en Belo Horizonte. Ese partido lo vi con mi viejo y mis hermanos en la casa de la calle Trole, en Ituzaingó. Terminó 1 a 1 y salimos campeones. La jugada arrancó con un un tiro libre que lanza Costas y la corrida goleadora de Catalán, probablemente, también duró 6 segundos. En el colegio todos mis compañeros eran de River o Boca. Solo estaba Ernesto Castrillón, el profe de Historia, para festejar conmigo. Como me gustaría darle un abrazo hoy.

Los noventa no fueron fáciles para un hincha de Racing, los 2000 mucho menos. Quiebra, "Racing Club dejó de existir", y Costas, sí Gustavo Costas otra vez, apareció para poner el hombro y salvarnos. Ganamos un campeonato de la mano del gran Mostaza en pleno estallido social, político y económico. La Argentina volaba por los aires y nosotros festejábamos. Lo que siguió después tampoco fue fácil. Se nos vinieron más años de sequía y la promoción. Jugábamos con Almagro, Gimnasia de Jujuy o quien fuera y perdíamos. Nos tenían todos de punto. Qué manera de sufrir... bueno eso no cambió tanto, aunque los resultados sí.

Diego Milito

En 2014 volvió Milito, no hace falta escribir Diego porque todos sabemos que Milito hay uno solo. Salimos campeones de la mano de Cocca y volvimos a consagrarnos en 2019 con el Chacho como DT, Lisandro como emblema y esos dos íconos que son Arias y Sigali. El Racing Positivo estaba instalado, aunque a veces algunos lo olviden. En el último lustro tuvimos nuestros sinsabores, pero también esos festejos hermosos y alocados como ganarle a Independiente con 9 jugadores o las dos finales mano a mano con Boca, en San Luis y Abu Dabi.

Gustavo Costas campeón de la Copa Sudamericana

Y llegamos a 2024, con la vuelta de Costas, en un año electoral, con un plantel repleto de jugadores de jerarquía como Juanfer, Roger, Di Césare, Maravilla, Nardoni, Almendra, Sosa, y algunas revelaciones como García Basso, Salas, Martirena, Gaby Rojas. En enero, en plena pretemporada mi viejo me dijo, y muy rara vez hace predicciones futboleras, "este año se nos da". Esas palabras me quedaron resonando en la cabeza hasta hoy. Me abracé a lo que dijo 11 meses atrás con la convicción de que en sus palabras estaba la verdad. Y así fue. Somos campeones otras vez.

Salgo de la cancha y tengo el WhatsApp repleto de mensajes. Amigos, compañeros de trabajo y conocidos de distintos ámbitos, la mayoría hinchas de otros clubes, me escriben para felicitarme porque como dijo Costas en la conferencia de prensa: "No somos millonarios, no somos la mitad más uno, ni tenemos 200 copas, pero somos distintos a todos". Amén.

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