Los antojos son una experiencia común y muchas veces irresistibles, pero ¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando sentimos esa necesidad de consumir un alimento específico? Investigaciones han demostrado que ciertos antojos pueden estar relacionados con deficiencias nutricionales, lo que explicaría por qué algunas personas sienten deseos específicos por alimentos ricos en minerales o proteínas.
Comprender el funcionamiento del cerebro ante un antojo puede ayudar a manejar mejor estas sensaciones y tomar decisiones más equilibradas en la alimentación. Los expertos en salud sugieren que aprender a identificarlos y diferenciar entre una necesidad fisiológica y un impulso emocional puede ser clave para mantener una dieta saludable.
Por qué tenemos antojos y qué tiene que ver con el cerebro según los expertos
¿Qué motiva los antojos de alimentos y bebidas? Esta interrogante fue el punto de partida para un estudio realizado por investigadores del Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica, en colaboración con la Universidad de Ratisbona y la Universidad de Stanford.
Los especialistas lograron identificar circuitos neuronales en la amígdala que parecen desempeñar un papel clave en la regulación de los impulsos básicos de hambre y sed. Según los autores, este descubrimiento abre una nueva vía de investigación sobre cómo el cerebro traduce las necesidades fisiológicas en decisiones alimentarias.
El estudio, publicado en Nature Communications, hace referencia a investigaciones previas que demostraron que las neuronas del núcleo central de la amígdala asocian la comida con las sensaciones: relacionan los alimentos sabrosos con emociones positivas, generan aversión hacia la comida en mal estado y pueden inhibir el apetito cuando aparecen náuseas.
Por su parte, Rüdiger Klein, uno de los líderes del estudio, explicó: “Impulsos fundamentales como el hambre y la sed nos ayudan a consumir alimentos y líquidos en el momento adecuado, asegurando la hidratación y nutrición necesarias para la supervivencia. Sin embargo, estos mismos circuitos pueden influir en la ingesta excesiva o insuficiente, dependiendo de las señales que recibe el cerebro. Comprender estos mecanismos nos permite profundizar en cómo el cerebro interpreta la comida y la bebida a nivel emocional, cómo aprende a vincularlas con el placer o el rechazo, y de qué manera el desarrollo neuronal moldea tanto los comportamientos innatos como los adquiridos”.