La Iglesia Católica celebró este martes la tradicional misa de Nochebuena presidida por el papa Francisco desde la Basílica de San Pedro del Vaticano, con la participación de aproximadamente 26 mil fieles, sumados a los miles que siguieron la celebración de manera virtual.
El Sumo Pontífice dio inicio a este Jubileo “ordinario” o “Año Santo” en Roma, tras golpear varias veces con su puño la Puerta Santa de la basílica. "El Jubileo nos llama a la renovación espiritual y nos compromete a la transformación de nuestro mundo", expresó al tiempo que aseguró que existe "un tiempo de jubileo para los países más pobres agobiados por deudas injustas; un tiempo de jubileo para todos los que están sometidos a formas de esclavitud antiguas y nuevas".
"La esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente”, agregó y al respecto señaló que “nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza”.
“La esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar; no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no levanta la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres", sostuvo.
Además, manifestó que “todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”.