Conocido como el "gigante bonachón" por su imponente altura de 1,90 metros y su aparente calma, Ed Kemper se convirtió en uno de los asesinos más escalofriantes de la historia criminal. Con un coeficiente intelectual muy alto, su perfil contrastaba con la extrema violencia de sus crímenes.
Comenzó asesinando a sus abuelos a los 15 años, lo que lo llevó a un centro de máxima seguridad. Sin embargo, su liberación no puso fin a sus actos: continuó una ola de asesinatos dirigida a estudiantes universitarias y a sus propias familiares más cercanas.
Los homicidios de Kemper incluyeron necrofilia y canibalismo, actos que subrayan la gravedad de su psicopatía. A pesar de que las autoridades pidieron la pena de muerte, fue sentenciado a ocho cadenas perpetuas, un castigo que lo mantiene en prisión hasta la fecha.
La figura de Kemper es un tema recurrente en el análisis psicológico del crimen, y series como Mindhunter han explorado su perfil para entender los orígenes y motivaciones de asesinos en serie. Su caso, al igual que otros de gran impacto, genera cuestionamientos sobre el "Mal" como concepto. ¿Se trata de un producto de las circunstancias o una condición intrínseca?
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A pesar de su cooperación con la justicia, Kemper cumple ocho cadenas perpetuas por sus atroces asesinatos.
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Quién es Ed Kemper
Edmund Kemper nació en 1948 en Burbank, California. Su infancia estuvo marcada por una relación conflictiva con su madre, quien lo humillaba constantemente. A los 15 años, mató a sus abuelos con la intención de "ver cómo se sentía". Tras su internamiento, convenció a los médicos de su recuperación, lo que le permitió obtener la libertad.
En los años 70, comenzó su racha de asesinatos, atacando principalmente a jóvenes estudiantes. Su modus operandi incluía recoger a autoestopistas, ganarse su confianza y luego asesinarlas de manera brutal. Su última víctima fue su propia madre, un crimen que, según los expertos, simbolizó la culminación de su odio reprimido hacia ella.
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Sus crímenes incluyeron necrofilia y canibalismo, actos que lo convirtieron en un símbolo del Mal moderno.
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Kemper se entregó a la policía en 1973, colaboró con las autoridades y detalló sus crímenes. Actualmente, cumple su condena en la prisión estatal de California, donde continúa siendo objeto de estudio por criminólogos y psicólogos debido a su compleja personalidad.