El aguante de las hinchadas a los jubilados y el legado maradoniano

En un contexto de injusticias , cada vez más evidentes, la sociedad empieza a reaccionar. Y muchas veces en los procesos sociales las reacciones se despiertan en los lugares menos esperados.

En un hecho inédito de nuestra historia reciente, hinchas de distintos clubes de fútbol se convocaron para defender a los jubilados que vienen sufriendo maltrato, represión y hostigamiento por parte del gobierno todos los miércoles cuando se movilizan para reclamar por sus derechos. Es un hecho político y cultural en el cual vale la pena detenerse a analizarlo porque plantea un nuevo escenario en el cual aparecen puntos de intersección entre la cultura futbolera y la demanda social de un sector postergado.

“Todos somos hinchas, todos seremos jubilados”, “basta de pegarle a nuestros viejos” “no a la represión contra los abuelos”, “defendamos a los jubilados”, “por nuestros viejos” son algunas de las consignas que están en los flyers de los distintos clubes que convocan a la marcha. No es casualidad. En cierta forma expresan algo esencial de la cultura popular del aguante que es “tener códigos”, “bancar en las buenas y las malas”, “jugársela por el compañero”.

Los códigos sociales no suelen estar escritos, incluso muchas veces su potencia radica, justamente, en esa particularidad ; no son leyes ni normas jurídicas. No hay un reglamento, un estatuto o una constitución que los ampare. Existen en la medida que los grupos sociales los reproducen, en la medida que cobran distintos sentidos según cada circunstancia y en la medida que delimitan formas de comportarse. Son una guía de conductas no escritas basadas en valores que pueden ser o no ser compartidos.

No son ni buenos ni malos. O en todo caso depende de los mandatos morales de la época. Operan con una lógica distinta. Sus fundamentos no emanan de textos penales ni civiles, por el contrario, se elaboran en una compleja trama social marcada por identidades, costumbres y creencias. Ser etiquetado como “no tener códigos” puede ser peor incluso que infringir una ley. Tener aguante es un capital simbólico valorado por cualquier hinchada. Pero el aguante, a diferencia de lo que suele ser noticia , no es solo cagarse a trompadas o hacer quilombo. También es tener fidelidad y pasión por la camiseta, es no borrarse cuando los resultados no acompañan y es defender a los pares en situaciones adversas.

Si tomamos esta otra cara de la moneda, es más fácil identificar como la crueldad con la que se castiga todos los miércoles a los jubilados es una falta total de cualquier código. La policía reprime con cizaña, el gobierno promueve y justifica esa violencia todos los días y como si fuese poco es acompañada por un ajuste económico brutal que recae principalmente en los jubilados. Ajuste y represión es una receta clásica de los gobiernos neoliberales. Pero que ahora se le suman los discursos de odio como parte de una “batalla cultural” basada en la deshumanización y la estigmatización de esos “otros” que no son considerados de bien.

Las feministas, los estudiantes universitarios, los jubilados, cada vez son más los grupos que no pertenecen al club de los ciudadanos de bien y se suman a este repertorio binario que erosiona el pacto democrático.

En este contexto de injusticias , cada vez más evidentes, la sociedad empieza a reaccionar. Y muchas veces en los procesos sociales las reacciones se despiertan en los lugares menos esperados. De a poco comienza a resquebrajarse la confianza y la credibilidad con un oficialismo que rompe con una de las máximas de cualquier código barrial: es débil con los fuertes, pero fuerte con los débiles.

A principio de los 90’ el gobierno menemista había vetado un artículo que establecía que los fondos por la privatización de YPF debían derivarse para aumentar los haberes de los jubilados. Como ayer y como hoy los jubilados se movilizaron, en esa ocasión a Tribunales. En plena marcha aparece Maradona y le dice a los periodistas: “Me duele más que a vos, mirá si no voy a bancar a los jubilados. Yo defiendo a los jubilados, cómo no los voy a defender. Tenemos que ser muy cagones para no defender a los jubilados”

Y al igual que los códigos sociales, la filosofía maradoniana tampoco está escrita pero su legado siempre está vigente. Y cuanto más se ataque a los débiles el legado cobra más fuerza porque está impregnado en nuestra memoria colectiva y en nuestra cultura popular. Los cagones son aquellos que no defienden a los indefensos. Peor aún, los que se esconden detrás de los fuertes y los endiosan con la ilusión de que así no serán víctimas. En ese punto radica el éxito de toda opresión, que consiste en que el oprimido colabore con su opresión.

Por eso defender a los jubilados es un acto de rebeldía, es desobedecer a los fuertes. Es poner un límite frente a la falta de códigos y podríamos agregar la ética de un gobierno al que el reloj de arena parece que se le dio vuelta.

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