Mientras Milei y sus aliados se defienden del escándalo de la estafa cripto, otros peligros acechan a los argentinos bajo la gestión libertaria

Por detrás de la actual crisis gubernamental, crece un cúmulo de conflictos. La sostenida caída de la actividad económica, la creciente deuda entre empresas argentinas, los altísimos precios en dólares de bienes de consumo y los incendios desatendidos en la Patagonia aguijonan el malestar en un Ejecutivo que prefiere pelearse con cantantes pop.

Los trolls libertarios, los funcionarios del gobierno y sus aliados del PRO pasaron buena parte del sábado defendiendo a su jefe político de un escándalo al que todavía no se le conocen límites y que tiene repercusión mundial. La participación del presidente argentino Javier Milei en una estafa piramidal dejó inerme a su guardia pretoriana digital por varias horas. No es fácil establecer un relato que justifique el accionar del libertario y sus propias explicaciones tienen gusto a poco para cualquier observador sensato.

Las posibilidades, en todos los casos, son inquietantes. O Milei promocionó un esquema ponzi con bitcoins a sabiendas o lo hizo por torpeza y sin interiorizarse de los detalles, como él mismo sugirió. En los dos casos, la gravedad es evidente. Pero esta situación -inédita y preocupante porque la protagoniza el presidente de todos los argentinos- se suma a una serie de problemas de gestión, quizás menos rutilantes, pero que pueden entrañar muchos problemas en el futuro cercano.

El dato de 2,2 % de inflación publicado el jueves –más bajo que lo que auguraban las consultoras privadas más optimistas- parecía que permitiría cerrar de modo positivo una semana con claroscuros en lo económico. Por un lado, la economía real se derrumba desde hace un año, con bajas en el consumo y la producción homologables a las peores crisis de la historia. Por otro, ciertos índices mejoraron sensiblemente. Por ejemplo, hay un boom de créditos bancarios. En el mismo mercado se sorprenden de cómo ha crecido el endeudamiento (un 20 %) basado en cierto optimismo de los tomadores de crédito. El dato fue celebrado por el mismo Milei al considerar que estabiliza la macro pero tiene un costado peligroso… o varios.

Uno de ellos es que los bancos, tratando de recuperar rentabilidad luego de la baja de tasas, buscan aumentar la cantidad de préstamos y se vuelven laxos con las condiciones de otorgamiento. Eso inevitablemente, aumentará también el número de incobrables, condición por la que generalmente se terminan pinchando las burbujas financieras. Después del episodio la noche del viernes con la estafa de la criptomoneda no es confianza lo que seguro sobrará en el mercado financiero.

Pero hay otro elemento complejo y es que los créditos tomados por empresas están siendo destinados en gran medida al capital de trabajo. Esto es, para mantenerlas funcionado, a pesar de la depresión. Eso también tiene límites. Es verdad que otra porción de los créditos corporativos son destinados a la compra de maquinarias que se han vuelto económicas por el dólar barato. Esto genera diferencias insalvables entre las que tienen espaldas y pueden aprovechar la coyuntura para equiparse a tasas bajas y quienes sólo pueden sobrevivir. Más parecido a la convertibilidad, imposible.

Con todo, este último factor y el dato de inflación distendían hasta el viernes a la noche el clima generado por la dilación en el cierre del acuerdo con el FMI y la evidencia de que mantener al peso tan apreciado requiere de dólares constantemente utilizados para mantener encendida esa hoguera. Mientras Milei y Caputo celebran la baja de la inflación, la leche y la carne tuvieron aumentos en dólares que superan el 70 % y la Argentina se ha vuelto uno de los países más caros del mundo. El impacto que tendrá el escándalo cripto es imposible de prever también en lo que hace a un eventual acuerdo con el FMI.

Mientras tanto, la administración subestimó el impacto de los incendios en el sur y tuvo que salir de apuro a contribuir con recursos y equipamientos a provincias que no habían sido escuchadas hasta el momento. El jueves de la semana pasada, mientras la Patagonia ya se incendiaba, el gobernador de Río Negro Alberto Weretilneck, fue a pedir ayuda a la Casa Rosada. Lo recibió a desgano el vicejefe de Gabinete, Lisandro Catalán y le prometió algo de dinero para paliar la situación. Dos días después, el desastre estaba en todos los medios y el gobierno reaccionaba.

Como en tantas otras oprtunidades, la administración Milei reaccionó con maniobras para distraer la atención de sus falencias. Por un lado, reflotaron a la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) como hipótesis de conflicto y responsabilizaron al útil Facundo Jones Huala por los incendios. Otra vez -como en el gobierno de Macri- la ministra de Seguridad Patricia Bullrich avanza con la hipótesis de que el grupúsculo es una célula terrorista.

Esa hipótesis genera doble beneficio porque oculta la inacción inicial del gobierno federal y a la vez permite organizar un esquema represivo que seguramente será muy útil cuando las consecuencias del ajuste generen protestas en el sur. Recordemos que el 19 y 20 de diciembre de 2001 fue un fenómeno de los grandes centros urbanos, pero en la Patagonia había comenzado mucho antes. La referencia no es gratuita teniendo en cuenta todo lo mencionado en el área financiera.

Lo otro que hicieron Milei y sus colaboradores es volver a elegir a una artista juvenil para atacar. El sábado, cuando todavía el gobierno no había reaccionado para colaborar con el combate al fuego, María Becerra cantó en Neuquén, en el importante festival Confluencia. Allí se ofreció a colaborar, “ya que el Estado no hace nada”. El propio presidente la atacó en la red social X y la rebautizó “María BCRA”, dando a entender que como en el caso de Lali Espósito lo critican por dinero. Tanto los trolls oficialistas como los funcionarios –a veces son indistinguibles- la atacaron masiva y duramente. La propia Bullrich dijo que Becerra “no entiende nada” y se embarcó en una explicación inentendible del porqué de las dilaciones para atender el tema. El problema es que no es sólo la cantante quien critica.

El jueves renunció la subsecretaria de Ambiente, Ana Lamas, arrollada por la crisis de los incendios. Fernando Brom, su sucesor designado dio una entrevista al periodista oficialista Eduardo Feinmann. Cuando se le preguntó por las razones de renuncia de su antecesora, Brom dijo: "Tuvo un desborde en sus funciones, posiblemente por la no comprensión de que el tema ambiente no es un tema ideológico, sino que es un tema absolutamente ecológico". Brom además aseguró: “El tema de bosques y fuegos tiene prioridad cero. Es un tema que es una desgracia no solamente ecológica, sino humana. Así que que hay que reparar, mitigar y sobre todo prevenir. Y en esto ya se está trabajando transversalmente con otros ministerios. Lo que hay que hacer es tratar de prevenir. Evidentemente no lo hemos hecho bien”.

Casi inmediatamente, el vocero presidencial, Manuel Adorni, salió a cruzarlo en su habitual conferencia de prensa: "Todavía no es funcionario, le falta información". Evidentemente, es más fácil pelearse con artistas populares que con la realidad.

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