El 15 de enero de 1936 se inaugura en la calle Florida 1065, junto a la barranca de la histórica plaza San Martín del barrio Retiro, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el edificio Kavanagh, diseñado por los arquitectos Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis María de la Torre. La torre de departamentos actualmente constituye uno de los emblemas de la arquitectura racionalista en Argentina.
La obra de 120 metros de altura sería en ese entonces el rascacielos con estructura de hormigón armado más alto de Latinoamérica. Su volumetría escalonada tipo Art Déco, similar a la proa de un barco, conforma terrazas jardín desde donde actualmente se visualiza la céntrica escena urbana porteña: edificios históricos como las cúpulas de la basílica del Santísimo Sacramento o la estación de Retiro, y la escena paisajística natural de la plaza diseñada por Carlos León Thays y el horizonte del Río de la Plata.
La construcción se inicia el 16 de abril de 1934, promovida por Corina Kavanagh, quien le da nombre al pasaje que divide al edificio del anexo Hotel Plaza, con los trabajos conjuntos de la empresa constructora del ingeniero Rodolfo Cervini y de los arquitectos Sánchez, Lagos y de la Torre.
Cuál es la trágica historia de amor y revancha que está detrás del edificio Kavanagh
En aquel Buenos Aires de 1910 un amor se iniciaba. Era el de Corina Kavanagh, una de las mujeres más hermosas de la ciudad, y Aaron Félix Anchorena Castellanos, uno de los hombres más codiciados por su alcurnia. Ella tenía 21 años y él 33. Pura pasión. Nadie podía detenerlos.
O sí. Era otra mujer, pero no una segunda en discusión, sino la madre de Aarón, doña María Mercedes Castellanos de Anchorena, dueña de los destinos de una familia que vivía en un palacio que hoy es sede de la Cancillería, frente a Plaza San Martín. La mujer se negó a que ese romance continuara. No le importaba que su hijo fuera un burrero que dilapidaba el dinero a manos abiertas. Ella quería que él buscara como esposa a una chica de la alta sociedad, como ellos.
Corina era millonaria, pero no tenía sangre azul. Y la señora Anchorena prohibió que el amor se concretara en el altar. Su hijo no la desafió y abandonó a Corina. La chica, en silencio, esperó su momento. Del amor al odio hay pocos pasos y la venganza le llegó servida en forma de ladrillos.
Los Anchorena eran ultra católicos. A tal punto de que el Vaticano le dio a la señora Castellanos de Anchorena el título de condesa pontificia y la condecoró con la Rosa de Oro, un honor que muy pocas veces se concede a un particular.
La familia construyó en 1920 la Basílica del Santísimo Sacramento (calle San Martín 1039), que querían que fuera el sepulcro familiar. La vista desde el Palacio hacia a la Iglesia era única, pero justo enfrente del templo había un solar vacío.
Doña María Mercedes le hizo un pedido en su lecho de muerte a su hijo Aarón: que comprara el solar para construir el nuevo palacio Anchorena. La Basílica (donde descansan los restos de doña María Mercedes) quedaría entonces anexada a él. Aarón tenía el dinero para comprar el terreno pero dicen que lo perdió en el Hipódromo de Palermo. Corina se enteró. Vendió tres estancias que poseía en Venado Tuerto y compró el solar.
Quería poner algo gigante delante de la iglesia, para que ningún Anchorena pudiera verla desde su palacete. Y construyó un edificio de 120 metros de altura (hasta 1954 el más alto de Sudamérica), con un peso de 31.000 toneladas, con cañerías que suman 90 kilómetros, con una instalación eléctrica que podría abastecer a una ciudad de 80.000 habitantes, con un equipo refrigerante del acondicionador de aire general (el primero en el país) que podría producir hielo para una ciudad de 75.000 personas.
Un edificio al cual le rinden culto sus habitantes actuales. No tienen que pagar impuestos municipales (como el ABL) ya que el edificio fue declarado por la Unesco, en 1999, Patrimonio Mundial de la Arquitectura de la Modernidad.
Corina gastó 2.300.000 pesos en salarios para los obreros y el costo total de la obra, incluyendo el terreno, le insumió 3.416.824, unos 1.200.000.000 de pesos actuales. En 14 meses terminó su venganza. La obra demoró sólo 14 meses, sin embargo, la estructura de hormigón armado de 1.600 km. de barras de acero, llegó a su altura máxima a los 6 meses de su inicio. El mismo año de su concreción, el edificio obtuvo el Premio Municipal de Casa Colectiva y de Fachada, y posteriormente una distinción por parte del American Institute of Architects. Además, comparte un galardón, de la Sociedad de Ingenieros de los Estados Unidos, con la Torre Eiffel, la Represa de Assuan y el Canal de Panamá debido a sus características técnicas.
El proyecto cuenta con 28.000 m2 de superficie edificada en sus 31 pisos a los que se accede por 5 escaleras y 12 ascensores. Contiene 103 departamentos y 10 locales en planta baja. También, como incorporación avanzada en el contexto de la obra, se colocó un equipo de aire centralizado, una pileta y un sistema telefónico central. No tiene cocheras ni portero eléctrico, por lo que -a pesar de la cantidad de departamentos- todas las personas invitadas deben anunciarse en recepción.
El edificio fue construido por la empresa del Ingeniero Rodolfo Cervini, como lo describe la placa en el frente, a la derecha del portón de entrada. En 1994, la Asociación Estadounidense de Ingeniería Civil lo distinguió como «hito histórico internacional de la ingeniería».
Desde 1999 este edificio pertenece al Patrimonio Mundial de la Arquitectura de la Modernidad, por decisión de la UNESCO y en el mismo año, fue declarado Monumento Histórico Nacional.
Durante la intendencia de Osvaldo Cacciatore existió el proyecto de continuar la calzada peatonal de Florida por el actual tramo que pasa frente al edificio hasta el cruce con Avda. del Libertador.
Un estrecho pasaje llamado Corina Kavanagh separa al rascacielos Kavanagh del edificio del Plaza Hotel, que se ubica a pocos metros. Inicialmente, ese pasaje fue pensado para que los habitantes del mismo pudieran ingresar directamente a la recepción del hotel.