Cumple 20 años el ícono moderno de Buenos Aires: la Floralis Genérica. Ubicada en la Plaza de las Naciones Unidas, es la flor que representa a todas las flores y fue creada y donada a la Ciudad por el arquitecto argentino Eduardo Catalano (1917-2010). No importa cómo refleje el sol sobre su superficie metálica o si está nublado, siempre brilla. Y es una postal insoslayable para los turistas y un orgullo porteño.
Entre 2009 y 2015, la flor estuvo inmóvil hasta que la restauraron. Pero volvió a romperse y este aniversario se encuentra nuevamente paralizada. La falta de movimiento también impide que se puedan apreciar a pleno los cuatro pistilos (son los órganos femeninos de reproducción de las flores) que se iluminan todas las noches.
Sin embargo, te contamos el origen que tiene y cómo llegó a ser representativa de Buenos Aires.
Qué origen tiene la Floralis Genérica y cómo llegó a ser representativa de Buenos Aires
La flor fue construida en Córdoba, entre enero de 2001 y febrero de 2002; en lo que era la sede local de la Lockheed Martin Aircraft, una de las mayores multinacionales dedicadas a la fabricación de aviones y sistemas de defensa, desde misiles hasta radares y software. En rigor, por aquellos años, la empresa estadounidense tenía en concesión lo que hoy es FAdeA (Fabrica Argentina de Aviones Brigadier San Martín SA), que regresó a manos del Estado en 2009.
Esto explica por qué los pétalos lucen como el revestimiento del ala de un avión: "Fue una construcción muy compleja, de doble curvatura, rígida, de dos caras y costillas entremedio", describió Catalano en el libro "Arquitectos argentinos for export", de Luis Grossman y Daniel Casoy.
Veinte años atrás, post diciembre de 2001, cualquier evento que tuviera como invitada a alguna autoridad o figura política podía derivar en protestas, piquetes y cacerolazos. Alerta frente a esta situación, Catalano fue muy celoso con el traslado, el montaje y el evento de inauguración de la flor que iba a legar a Buenos Aires.
En el libro, el arquitecto contó que eligió a los músicos (del Teatro Colón, e incluso a un solista violinista que vino de Alemania), diseñó el programa de actividades, tradujo al italiano poesías de Antonio Vivaldi y asistió a los ensayos musicales: "Todo arquitecto debe realizar una labor completa", sentenció.
El arquitecto, profesor en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), nunca reveló cuánto pagó por la fabricación y el montaje de esta mega obra de arte. Sin embargo, trascendió que el costo habría sido de entre 4 y 6,5 millones de dólares. "Vengo de la cultura estadounidense, que tiene sus defectos y virtudes. Entre las últimas está la filantropía", dijo Catalano en una nota que se publicó el mismo día de la inauguración de la flor.
La Floralis Genérica es la primera escultura en movimiento. Increíblemente, esta obra de acero inoxidable de 20 metros de alto y de 18 toneladas se abre y se cierra según el momento del día. Lo hace gracias a que cuenta con un sistema hidráulico y células fotoeléctricas.
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