Depresión y ansiedad: el problema de salud mental que avanza entre los famosos

La farándula puso en agenda un tema que parecía esquivar a las personas ricas y exitosas. Para el psicólogo Jeremías Aisenberg, la depresión se está volviendo "pandemia".

Escuchar a los famosos hablar de ataques de pánico se ha convertido en moneda corriente. Desde Tini Stoessel hasta Oriana Sabatini, pasando por Alejandro Sanz y Karina 'La Princesita' confesaron públicamente lo que padecieron y pusieron en escena un mal que parece ir in crescendo.

Más recientemente, se conoció el caso de la influencer Marti Benza, quien tuvo una crisis de pánico y debió ser hospitalizada de urgencia: "Cuiden su salud mental", recomendó. La joven no pudo asistir a la última emisión de su ciclo de stream y explicó los motivos de su ausencia a través de las redes sociales.

Marti Benza

Brad Pitt también ha hablado alguna vez sobre sus ataques de pánico durante un rodaje y sobre sus luchas personales con la depresión. En una entrevista, el actor contó que tuvo un ataque de pánico durante un rodaje, y advirtió que el éxito y la fama no lo eximieron de enfrentar problemas de salud mental.

Todo parece indicar que la depresión y la ansiedad no dejan de batir récords mundiales.

"La pareja tóxica de la que todos hablan -a veces disfrazados de personajes públicos- habla de nosotros mismos, nuestras frustraciones, impotencias, pero en conversaciones sobre la vida de otro", dice Jeremías Aisenberg, psicólogo UBA (M.N: 41347) y autor del thriller psicológico "La Gira".

Según el profesional, la depresión es la enfermedad mental con más casos, con mayor variación, y con un arsenal medicamentoso jamás visto en la historia de la salud mental.

"La cantidad de antidepresivos existentes no alcanzan para cubrir la demanda de esta pandemia y sus diversas formas de presentarse, de mutar, de sobrevivir a cualquier tratamiento", añade.

Marti Benza

Asimismo, explica que hay una forma rápida y efectiva de establecer si una persona está deprimida o no; se la conoce como la Tríada Depresiva. Está compuesta por tres conclusiones obtenidas por respuestas directas del paciente o bien por inferencia del profesional: mirada negativa sobre sí mismo, rechazo hacia el mundo en el que vive y visión completamente pesimista sobre su futuro. Tener esas tres “miradas” sobre esos tres aspectos de su vida durante un tiempo considerable y constante es signo depresivo.

"Esta es una forma descriptiva que, aunque parezca sencilla, si la persona responde con honestidad, podremos estar un poco más cerca de separar una depresión de una queja", completa Aisenberg.

"La felicidad no es lograr el éxito, sino aprender a fracasar mejor"

La medicación es al tratamiento de la depresión lo mismo que cualquier otra herramienta química o tecnológica diseñada por el ser humano. El riesgo de que el medio se transforme en un fin en sí mismo no se escapó de ningún laboratorio, al menos farmacéutico.

Mientras el sujeto piense como algo ajeno su sintomatología, la depresión seguirá creciendo. El bombardeo cultural y mediático sobre las nuevas posibilidades con las que se cuentan generan más impotencia.

depresión

El escritor remarca que la importancia, la imposibilidad, la frustración, el constante fracaso, causan depresión. Pero este es un fracaso nuevo. Una cepa diferente. Este letal fracaso no se debe a la falta de éxito. Esta derrota imposible se produce ante la imposibilidad de disfrutar lo que se ha logrado.

"Parece una trampa lingüística, y lo es. Un trabalenguas. Un juego de palabras. Una ruleta muda que nos convierte en adictos de juegos diseñados por ludópatas extranjeros. La felicidad no es lograr el éxito, sino aprender a fracasar mejor", completa el psicólogo.

Para muchos enfoques psicológicos la depresión no existe. Afirman que también es una trampa, una explicación tan veloz que no da tiempo ni a disfrutar la paz de haber encontrado un nombre para lo que nos pasa.

Desde el psicoanálisis, la depresión es la imposibilidad de hacer un duelo, o varios, viejos, nuevos, miles, pero principalmente lo que hay que poder perder es la exigencia a disfrutar, aprovechar, y a no perder. "Con esas consignas culturales, no hay medicación que alcance", concluye Aisenberg.

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