El caso Ramoncito, el crimen ritual que reveló la trata de niños y conmocionó a Corrientes

A 90 kilómetros de 9 de julio, la localidad en que desapareció Loan, una banda explotaba sexualmente menores y los hacía procesar cocaína. Esos negocios no tenían un fin sólo económico sino místico: crear una nueva y sangrienta religión.

En octubre de 2006, el cadáver de Ramoncito González, un niño de once años conocido en su barrio correntino de Mercedes como Moná, había aparecido al costado de las vías. No tenía casi nada de sangre y le faltaba la cabeza. “En realidad, era un caso que a mí no me interesaba para nada, -recuerda hoy el periodista Leonardo Gentile- yo estaba investigando otras cosas, quería escribir sobre la persecución a las mujeres por hechicería en Argentina, pero una compañera de trabajo me pasó el dato de que había dos mujeres en Corrientes que estaban presas por organizar un crimen ritual para matar un nene. Yo me acerqué al tema pensando que les habían inventado una causa”.

Lo que siguió fueron años de sumergirse en una trama de horror en la que el tráfico de niños se combina con la prostitución infantil, el narcotráfico y los rituales satanistas. Y todo en el marco de la construcción del poder local y provincial.

Cuando, meses atrás, se publicó el libro “Satán de los Esteros”, la sociedad argentina todavía no estaba sacudida por la desaparición de Loan. Sin embargo, quienes leyeron entonces el trabajo de Gentile quedaron conmocionados por la dureza de los hechos y por su implacable reconstrucción. El cronista se había pasado nueve años investigando y escribiendo sobre el caso.

Esa lectura detallada de los expedientes y la obsesión por chequear cada palabra con los protagonistas convierten al trabajo, que había sido concebido como una crónica de un crimen ritual, en una herramienta más que apropiada para evaluar los hechos que son, por estos días, la noticia casi excluyente.

—Otro motivo por el que me interesó mucho el caso es que había un perito antropólogo social —recuerda el autor— ¿Qué puede aportar un antropólogo social como forense?, me preguntaba. Hasta que entendí que el tipo, Humberto Miceli, demostró que el crimen era un ritual. Que la organización que había matado a Moná tenía muchos negocios simultáneos: captaban niños a los que usaban para robar, para vender drogas y los explotaban sexualmente. Pero el paso que daba Miceli era la interpretación de que el principal objetivo del grupo era mágico-religioso, era fundar una nueva religión. Es decir, todos los delitos que cometían les servían para financiarse y para sostener al grupo de fieles, porque ellos creían que haciendo sacrificios de este tipo iban a ser beneficiados por mejoras a nivel político o económico y con algún tipo de protección tanto legal como sobrenatural.

Lo que consta en el expediente

Cinco años después del asesinato, la justicia probó la hipótesis de Miceli: que Moná fue víctima de un ritual sincrético que combinaba credos de diversos orígenes. Según Gentile, “ni en el umbanda ni en la religiosidad guaraní, que aparecían como elementos en la práctica de esta organización, se habla de sacrificios humanos, a lo sumo se toman sacrificios animales: la única mención a sacrificios humanos viene de la misa negra o misa del diablo, que es una creencia que viene del siglo XVIII en Francia, la magia negra europea, de la cual esta gente tenía un libro que utilizó como guía de procedimiento en los rituales”.

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Gentile pasó nueve años investigando y escribiendo sobre el caso Ramoncito.

Gentile pasó nueve años investigando y escribiendo sobre el caso Ramoncito.

También quedó probado en la causa que del episodio macabro participaron muchas personas y se localizó el escenario, una casa alquilada. Varios miembros de la banda fueron condenados por el delito de “homicidio triplemente calificado, por haberse cometido con ensañamiento, alevosía y con el concurso premeditado de dos o más personas, en concurso real con el delito de abuso sexual con acceso carnal y gravemente ultrajante y privación ilegítima de la libertad”. Sin embargo, no todos los participantes de la misa satanista fueron ubicados. Algunos siguen sueltos.

El ritual está narrado en “Satán de los esteros” con un nivel de detalle exasperante y con una descripción minuciosa de los padecimientos del niño basada en los relatos que surgen del expediente. “Quise mantener desde el principio cada detalle del ritual —explica Gentile—porque cada detalle tenía un significado, lo que hizo el antropólogo, de alguna forma, fue decodificar ese ritual para vincularlo con lo que hicieron estos tipos”.

Pero no se llegó a ese juicio de manera transparente y sin conflictos. En un primer momento, el poder al que tenía acceso la banda religiosa logró que se archivara todo rápidamente. Fue necesario que el barrio primero y las comunidades vecinas después se indignaran y comenzaran a marchar exigiendo justicia para que se lograra desenterrar el cuerpito de Ramoncito y llevar adelante una nueva autopsia, esta vez con la presencia del perito forense antropólogo.

Evidentemente, y aquí hay una segunda coincidencia con el caso Loan, —la primera es el territorio, la provincia de Corrientes— la banda no esperaba que el pueblo tomara el crimen como lo tomó. Ramoncito era de un barrio muy vulnerable, su madre padecía de varios problemas de salud mental y el niño estaba la mayor parte del tiempo en la calle. Una tercera coincidencia podría tener que ver con la interferencia del poder local en la investigación de la Justicia.

Más allá de que el caso de Ramoncito arranca con la aparición del cadáver y que a Loan todavía se lo busca con vida, hay muchas otras coincidencias entre ambos casos: “Es llamativo el tema de las fotos —agrega Gentile—. La organización que mató a Moná sacaba fotos de niños a la salida de las escuelas, eran como una especie de catálogo”. La foto del almuerzo que circula ahora como última foto de Loan tiene similitudes con esa práctica.

Las cartas y la desigualdad

“Se pudo condenar a las diez personas ejecutoras del crimen ritual y se pudo probar que había dirigentes de esas personas, es decir, que alguien les había encargado matar al nene y hacer otras cosas, porque aparecieron cartas que tenía guardadas una testigo clave, que en el libro llamo Marianita para resguardar su identidad, a pesar de que ya es mayor de edad”, explica Gentile.

Una de esas cartas tenía los datos de Martina, una de las dos personas de mando medio de la organización criminal. Martina usaba a los chicos que captaba como correo para pedirle a otras personas que le depositaran plata, por lo cual contenían el DNI, el nombre y apellido y la sucursal del banco. La nota decía “el trabajo ya está hecho”, con lo cual se pudo comprobar que alguien pagó por ese crimen y lo encargó.

“Lo que no pudo hacer la Justicia o no supo hacer es poner el nombre y apellido a los autores intelectuales, a las personas que encargaron eso”, dice el periodista. Hubo sospechosos, uno de ellos empresario de Mercedes que después fue intendente de la localidad. Marianita mencionó también a otro ganadero, uno de los hombres más ricos de Mercedes. Los nombró primero en Cámara Gesell y después cuando la citaron a declarar en al juicio. Sin embargo, esas pruebas no alcanzaron. “Y cuando la causa amenazaba a escalar más arriba en el poder provincial, cambiaron al juez y la investigación quedó a cargo de un antiguo abogado de uno de los sospechosos. Debería haberse apartado, pero no lo hizo”, explica Gentile.

En el momento de esa intervención a la Justicia, el ministro de Gobierno era Gustavo Valdés, actual gobernador de Corrientes, Durante la investigación del caso Loan llamó mucho la atención la actitud de Valdés, al intentar dar por terminada la investigación cuando Laudelina, la tia de Loan, agregó la hipótesis del accidente mortal con la camioneta.

—Ahora estoy leyendo un libro de Rodolfo Walsh –dice Gentile- con crónicas que escribió para la revista Panorama, y en una trata el caso de los brotes de lepra y dice, palabras más palabras menos, que para que la lepra no se siga expandiendo tienen que dejar de vivir más de diez personas en una habitación como pasa en los campos de Corrientes. Eso lo dice en los años sesenta. Yo enseguida pensé que para que pasen estas cosas se necesita lo mismo, se necesita pobreza. Corrientes es una de las provincias con mayor desigualdad. Cuando un niño sufre altos niveles de pobreza y ve una cantidad de productos y servicios que desea, pero a lo que no puede acceder busca cualquier otro camino para tenerlos. Fui muchas veces a Corrientes y todavía pasa lo que denunciaba Walsh en los 60. Yo vi que muchos dueños de estancias trataban a los peones peor que a los animales. Eso es el caldo de cultivo para estos crímenes.

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