En 1912, Buenos Aires vivió uno de los capítulos más oscuros de su historia. Cayetano Santos Godino, apodado el Petiso Orejudo, desató el terror en la ciudad al convertirse en el primer asesino serial infantil conocido del país. Con tan solo 15 años, fue responsable de la muerte de cuatro niños, siete intentos de homicidio y el incendio de siete edificios.
Las víctimas eran elegidas cuidadosamente por Godino: niños de entre cuatro y seis años que atraía ofreciéndoles caramelos. En los rincones oscuros donde consumaba los crímenes, prolongaba el sufrimiento de sus víctimas para experimentar placer al observar cómo se extinguían sus vidas. Su brutalidad lo hizo merecedor de comparaciones con figuras como el Marqués de Sade, cuyo comportamiento sádico Godino replicaba en su manera de operar.
Los incendios también formaron parte de su perfil criminal. Godino prendía fuego a edificios y terrenos vacíos, fascinándose con el caos y la destrucción que generaba. Estos episodios terminaron de consolidar su reputación como un piromaníaco y despiadado asesino, cuyas acciones paralizaron a la sociedad porteña de principios del siglo XX.
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El Petiso Orejudo confesó con frialdad sus actos, marcando un hito en la criminología del país.
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La historia de Cayetano Santos Godino, el Petiso Orejudo
Cayetano Godino nació en un hogar marcado por la violencia y el abandono. Desde muy joven, mostró comportamientos sádicos hacia animales y niños, lo que presagiaba su trágica evolución. Su apodo, el Petiso Orejudo, hacía referencia a su baja estatura y las orejas prominentes que le daban un aspecto peculiar, reforzando la idea de "monstruo" que la sociedad de la época le atribuía.
En 1912, tras meses de horror, la policía logró detenerlo gracias a los relatos de testigos que lo vincularon con los crímenes. Durante el juicio, Godino admitió sus crímenes con una frialdad aterradora que horrorizó aún más a los presentes. Fue condenado a cadena perpetua y enviado a la cárcel de Ushuaia, donde pasó el resto de su vida hasta su muerte en 1944.
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Tras ser detenido, la confesión de Godino ante la justicia estremeció aún más a una sociedad ya sacudida por sus crímenes.
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A lo largo de las décadas, la figura de Godino ha inspirado libros, obras de teatro, películas y hasta cuadros, transformándose en un oscuro símbolo de la historia criminal argentina. El Petiso Orejudo sigue siendo recordado como uno de los casos más espeluznantes que sacudieron la conciencia de la sociedad porteña.