Rodrigo, Azul y Guadalupe Vieiro crecieron sin su papá, Guillermo Vieiro, un montañista que murió el 28 de enero de 1985 en el descenso del volcán Tupungato, luego de subir por primera vez por la pared Este del macizo, en la provincia de Mendoza, en el límite de Argentina y Chile.
Azul contó a C5N que en su casa no había recuerdos de él: “Crecí sin padre, sabía que se había muerto en la montaña. Recién a mis 20 años, cuando empezaba a aparecer Internet, pude tomar dimensión de quién había sido”.
Ella es abogada, y hasta hace poco la única información que tenía de su papá era a través de los recortes de los diarios y revistas que tenía su abuela, Raquel Maceira. La otra parte de la historia que queda en el interior de su familia, es la vida dura de su madre que se quedó sola con tres bebés: el hermano de 7 años, ella de 4, y otra menor de 9 meses".
Azul y Guadalupe Vieiro
Azul Vieiro
El hallazgo de la mochila de Guillermo Vieiro: "Fue por casualidad"
En febrero de 2024, la mochila de Vieiro fue encontrada por la guía de montaña Gabriela Cavallaro, fue "por casualidad", según reconoció la montañista de 36 años a la agencia AFP. Si bien en principio no sabían que pertenecía al hombre hubo llamados desde Tandil, donde ayudó a formar el Centro de Montaña de esa localidad bonaerense, donde fue profesor, donde aseguraron que le pertenecía.
"Estábamos ascendiendo a alrededor de 6.100 metros cuando divisamos algo en el glaciar. Se veía una mochila, una piqueta, cuerdas...", recordó Cavallaro.
Además, lograron rescatar una cámara de Súper 8 y un piquete, pero dejaron la mochila porque “estaba como soldada al hielo, había que hacer un pequeño trabajo para despegarla", explicó. Después geolocalizó el punto donde encontró todo. Esta mujer fue decisiva para la proeza que vivieron después las hermanas Vieiro porque al identificar que era de Guillermo Vieiro, contactó a sus hijas.
“Dijo que quería ir a buscarla y nos invitó a ir con ella. A mi me parecía una locura. No voy a ir al volcán donde se mató mi papá a que nos matemos con mi hermana”, confesó Azul.
En la entrevista, pudimos conocer algunos de los logros del andinista que nació el 21 de enero de 1941, en Buenos Aires. Fue el primer argentino en llegar a los 8.100 m de altura del Monte Everest, sin oxígeno, y el Jefe de la cuarta expedición al Himalaya, remarcó orgullosa su hija mayor. “Subió al Aconcagua por todas las rutas, cosa que nunca se repitió. Incluso hay una ruta llamada de los ingleses que se cambió por ruta argentina en honor a él". Tal fue su hazaña que es conocido como "el domador del Aconcagua".
La expedición: conocieron a su padre a través de la montaña
Azul y su hermana fueron a buscar una mochila y pudieron conocerlo a través de su pasión: la montaña. Una parte de él y su historia quedó en ese lugar y ellas pudieron dimensionar algo de lo que ese hombre sentía.
“A partir de la aparición de su mochila, supe mucho de él y empecé a reescribir el 50 por ciento de mi historia”, remarcó Azul.
La travesía se inició el 15 de febrero pasado y estuvo dirigida por los montañistas Gabriela Cavallaro y Gerardo Castillo junto a Juan Martín Schiapa, Valentina Roggiero y Ricardo Funes quienes brindaron su conocimiento y apoyo logístico. A este “equipo del bien” como le dice Azul, se sumaron la documentalista Melina Tupa y su asistente mendocino Javier Gutiérrez.
“Le dije a Castillo, que no me parecía que tenía que ir, no soy deportista, voy a arruinar la expedición, voy a estar llorando todo el tiempo y los voy a atrasar. Cosas que cumplí una por una”, recordó a C5N la mujer.
El montañista insistió en emprender este desafío para todos: “'Por eso mimo, no te podes perdértelo...', cuenta ella y agrega que recién se vieron las caras en Mendoza, "un día antes de salir a la montaña”. Ella hubiera dejado el bolso en la montaña porque es “el lugar” de su papá. Pero por temor a que robaran sus pertenencias aceptó unirse.
Equipo de la expedición de febrero de 2025 al volcán Tupungato
Gabriela Cavallaro / Javier Gutiérrez
En este punto de la charla, Azul cuenta cómo fue que se pudo llevar adelante esta tarea, costosa, difícil y solidaria: “Nadie cobró nada, todo fue de corazón, y en poco tiempo juntamos el dinero de la expedición”, remarcó la mujer que, por iniciativa de una vecina, Mónica Rosemberg, se propuso darle publicidad a su historia. En el diario La Nación citaron su email y el dinero para la travesía se pudo reunir sin problemas: “La gente empezó a contactarse y juntamos el dinero para toda la expedición. Fue maravilloso”, reconoció con voz eufórica.
Azul es lo que se llama "un bicho de ciudad" ya que vive en Buenos Aires, mientras que Guadalupe se fue a vivir a Bariloche, hace 10 años, y tiene más relación con la montaña. Rodrigo, en cambio, siguió la expedición desde Bella Vista, en la PBA, a través de sus hermanas.
Aunque la montaña no tiene dificultad técnica, hay que llegar hasta unos 6.000 metros de altitud. Después hay que recorrer los últimos 100 metros hacia donde estaba la mochila, en el glaciar sur. Ese último día sí es muy técnico y hay que tener pericia", detalló Ricardo Funes, uno de los miembros de la expedición y que tiene años de experiencia en la montaña.
Con entrenamiento, con dificultades y la emoción en todo momento, pudieron repetir los pasos de Vieiro. Azul se quedó en un campamento a los 4.600 metros, mientras su hermana siguió subiendo hasta que en los 6.000 metros le empezó una presión en la cabeza terrible. Finalmente, fueron los guías, Cavallaro y Castillo y Javier Gutiérrez, el cámara, quienes llegaron hasta el punto donde estaban las pertenencias, a 6.100 metros.
Azul con la mochila que fue del montañista Guillermo Vieiro
Gabriela Cavallaro / Javier Gutiérrez
Este viaje sirvió para abrir y conocer la propia historia de Azul, según confesó a C5N, a la vez que aseguró que a partir de esto es otra persona: "Me sentí como una invitada en la vida de papá. Es poca la gente que siente pasión por algo, los admiro, y así era mi papá. La montaña era su pasión".
Esta es una historia personal, de supervivencia, de una experiencia transgeneracional, que sirvió para sanar una infancia de dolor de esas niñas que perdieron a su padre. Tuvo lugar en el espacio que eligió su padre. Más allá de lo que un ser humano "normal" pueda juzgar cómo este hombre dejó a su mujer y sus tres hijos por ir detrás de un sueño. "Ahora puedo entender su postura. Pienso en papá y pienso en una montaña, no en la muerte”, concluyó.